Un helado


- Hola. Tengo un espacio libre en mi agenda. ¿Quieres tomar helado?- preguntó Julio con amabilidad
- Pues precisamente estoy terminando mi trabajo y me dirigía a casa. ¿A qué hora pasarías?- Contestó Ingrid
- En media hora.
-Perfecto, te espero entonces.

De esta manera iniciaban su ritual encuentro. Después de varios meses de contar sus vidas por el chat, la confianza se había generado de tal suerte que el primer encuentro se produjo. La conversación fluyó sin cortapisas y los temas se volcaban en la mesa mientras disfrutaban de su primer helado.

Ingrid, modelo y edecán, proviniente de la República Checa, se había integrado a la cultura mexicana con gran faciliadad. Su espíritu aventurero y volátil la transportaba fácilmente a cualquier ambiente. Conviviendo en nuestro país con su compatriota, compartiendo las mismas actividades profesionales, había aprendido desafortunadamente que la idiosincrasia del mexicano iba ligada irremediablemente a la deslealtad amorosa.

Recién llegada había conocido a Rubén, simpático directivo que con su energía, mimos y atenciones la había cautivado. Convivieron por meses y un buen día, por cuestiones de negocios, Rubén tuvo que ausentarse. Lo triste fue que la ausencia fue para siempre. Ni un adiós hubo. Por terceras personas Ingrid se tuvo que enterar que Rubén era casado, aún antes de conocerla. No se pudo explicar cómo pudo convivir con ella tiempo completo sin siquiera dar una muestra de su estado civil, que implicaba esposa y un hijo pequeño.

Tiempo después conoció a José, quien compartió con ella muchas aventuras. También de espíritu aventurero, compartían viajes frecuentes en la moto que él tenía. En la navidad Ingrid fue a visitar a su familia en Praga. La triste noticia la conmocionó. José había sufrido un accidente en la moto que le privó la vida.

Con el espíritu adolorido, vivía sin emociones su regreso a México, hasta que conoció LA California. Unos amigos la habían invitado y estando allá tomó la decisión de probar fortuna. Regresó a México para cerrar algunos ciclos que tenía abiertos y preparar su futura incursión en USA.

Fue entonces que conoció a Julio, y una amistad franca y sincera los fue relacionando. Los helados de Yougurt eran el pretexto para encontrarse. Compartieron sus historias y cada día era más difícil despedirse.

El destino se encargó de hacerlo. Un paro cardiaco después de dejar a Ingrid en su casa terminó también con el último lazo que Ingrid tenía en México.

Ahora que años después, firmaba autógrafos en Hollywood, Ingrid se preguntaba hacia dónde le tocaba migrar. Su ciclo en LA había terminado.

Comentarios